Cada vez que muere alguien
balbucea el sepulturero una alabanza.
El vendedor de telas a Dios da gracias
por el corpulento cadáver.
El recitador del Corán sonríe
porque habrá funeral,
pero es más feliz
si en una noche recita en dos velorios.
Los usureros lloran
y se desesperan
por cobrar el préstamo perdido.
Sólo el muerto
vuela llevado sobre hombros,
y pasa la noche solo
y, sólo, piensa en el albañil
que levantó la tumba deprisa y corriendo.
Ahmad al-Shahawi, incluido en Arquitrave (nº 56, agosto-octubre de 2014, Colombia).
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