Relucía la luna, luminosa,
y las estrellas fulguraban, puras,
dormitaban las olas hondamente,
y el mar estaba por completo en calma.
Una barquilla estaba fondeada,
apareció un barquero:
¡ay, si de un golpe todo mi penar
se hubiera hundido aquí, profundamente!
Mi barquilla está anclada,
no tengo carga en ella;
la cargo con mis penas,
la abandono a su suerte.
Cuando había arrancado
las penas con violencia,
desgarrado quedó su corazón
y su vida muy fría.
Ya navegan las penas,
libres, en alta mar,
y a cantar ya comienzan
su triste melodía.
«Encalladas estábamos
en el pecho de un hombre,
combatiendo, valientes,
con su ansia de vivir.
Ahora hemos de vagar a la deriva
en la barquilla, acá y allá:
nos hundirán tormentas
y monstruos en el mar.»
Despertaron las olas
con tan triste canción;
devoraron el bote
con su carga de penas.
Bettina Brentano, incluido en Antología de románticas alemanas (Ediciones Cátedra, Madrid, 1995, ed. y trad. de Federico Bermúdez-Cañete y Esther Trancón y Widemann).
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