El expreso avanza a tientas en tanto cruza por la oscuridad.
Ninguna estrella quiere asomarse. El mundo entero no es sino la estrecha galería de una mina encarrilada en noche,
en la que. a veces, pozos de un azul resplandor desgarran horizontes repentinos: un círculo de
fuego
de faroles, tejados, chimeneas, chorreando, humeando... tan sólo unos segundos...
Todo negro otra vez. Como si descendiéramos, cuando es nuestro turno, hasta la misma entraña
de la noche.
Ahora oscilan las luces, extraviadas, desesperadamente solitarias. Se agrupan. Y se adensan.
Los esqueletos de las fachadas grises se muestran al desnudo, muertos en la penumbra mientras
palidecen.
Algo debe pasar. Con pesadez lo noto en mi cerebro. Canta en la sangre una opresión. Luego
retumba el suelo, de pronto, como el mar:
volamos, regiamente elevados por un aire que se arrancó a la noche, muy altos, sobre el río. Curvatura de luces a millares, callada vigilancia
ante cuya revista de centellas las aguas pesadamente ruedan. Filas interminables, formadas en la noche para saludar.
Antorchas, al ataque. Alegre. Salva de barcos sobre el mar azul. Fiesta estrellada.
Rebosantes, fluyendo con luminosos ojos. Hasta donde las últimas casas de la ciudad despiden a
su huésped.
Luego, las largas soledades. Las riberas desnudas. Quietud. Noche. Retorno. Recogimiento. Comunión. Y ardor y ansia
hacia el final, la bendición. La fiesta de los sexos. Hacia la voluptuosidad. Y la oración. Y el mar. Hacia el ocaso.
Ernst Maria Richard Stadler en Der Aufbruch (1914), incluido en Tres poetas expresionistas (Ediciones Hiperión, Madrid, 1998, selec. y trad. de Jenaro Talens).
Otros poemas de Ernst Maria Richard Stadler
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