donde Nápoles se refleja en un mar azul,
con palacios, oteros, con astros sin nubes,
naranjos en flor bajo un cielo siempre puro.
¿A qué esperáis? Partamos. Quiero aún ver
el Vesubio en llamas surgir de las aguas;
y desde lo alto quiero ver la alborada;
y, siguiendo los pasos de mi adorada,
bajar soñando de esos oteros cantarines.
Sígueme por los recodos de este golfo tranquilo;
volvamos a nuestros paseos tan conocidos,
jardines de Cintia, tumba de Virgilio,
cerca de las ruinas del templo de Venus:
allí, bajo el naranjo, bajo la parra florida,
cuyos flexibles pámpanos al mirto se casan
y trenzan sobre tu cabeza un arco de flores,
con el dulce son de la ola o del viento,
solos con nuestro amor, solos con la natura,
la vida y la luz tendrán más dulzura.
La llama de mis días grises se consume,
se extingue poco a poco con el soplo del dolor,
o, si a veces crepita un endeble destello,
es que tu recuerdo alumbra mi corazón.
No sé si los dioses al fin permitirán
terminar aquí mi penosa jornada.
Mi horizonte se cierra, mi incierta mirada
apenas un año a alargarse se atreve.
Mas si hay que morir mañana,
si hay que, sobre la tierra prometida al gozo,
dejar escapar de mis manos
esta copa que el destino
parecía haber coronado de rosas,
sólo pido a los dioses guiar mis pasos
a la orilla que tu cara memoria adornó,
y saludar de lejos esos fastos climas,
y morir allí donde he gozado la vida.
(1815)
Alphonse de Lamartine, incluido en Antología de la poesía romántica francesa (Ediciones Cátedra, Madrid, 2000, ed. de Rosa de Diego, trad. de Vicente Bastida).
Otros poemas de Alphonse de Lamartine
Canto del peregrinaje de Harold II, El valle, La tumba de una madre, Occidente, Tristeza
Cual es la medida del ritmo de este poema?
ResponderEliminarNi idea, la verdad.
Eliminar¿Ya sabes cuál es?, ¿Si es así me lo puedes decir? Por favor.
EliminarNo lo siento, no entramos a analizar los poemas así.
EliminarEn donde se localiza el ritmo de este poema
ResponderEliminarMarca las sílabas acentuadas y hayarás el ritmo de cada verso.
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