Extraño sueño humano; su cara es blanca y larga, y como si se la hubieran sacado con fórceps
Salir, nos arrastran, al bosque. A los reflejos del sol en los árboles al bosque de Europa en la oscuridad del verano
acto: acta. Sueño del bosque. Transformación. Inexplicabl-
Delante de él está... Ella. El nombre de la muchacha empieza con F.
Su piel también es muy blanca. La forma de su cara -
(quizás sean hermanos) -Desconocida
Para y escucha, qué -oyes
Murmullos, como de animales del bosque, copas de árboles y gritos.
El susurro de la fronda de un haya.
Roja. Sus pasos entrando en el verdor negro
Ellos son dos, dos y están solos, entre sombras. Caminan, uno detrás del otro, a ella se le traba un pie en una raíz que es marrón, y los prados, y los claros del bosque semejan todo lo otro que hay en el mundo
Bosque, por qué no te cierras, espeso, en torno, y abrazas el cuerpo que se queda solo
Después de un rato. Un día. Una vez. Años después están ellos allí de nuevo, blancos en el claro
como animales irracionales que van a perecer, exhalados del rápido bostezo de una vaca, como al que acuestan sin saber
El bosque es de un verde Tiziano, un color que no existe. Delicado, todavía no amarillento ni castaño, no esmeralda tirando a negro. No estremecido de gritos. Aún no -
Es verano. El encaje blanco de sus hombros contra lo verde del árbol, el brazo que se levanta -Bosque, lleno de sombras y totalmente silencioso
-susurra. Puedo oirlo. Puedes tú-
Pero ninguna voz sale de la forma blanca de la cara que él lleva.
Se detienen antes de. Es su espalda la que él
ha decidido empujar y meterla dentro del verdor rojo del bosque.
La presión de su mano contra la espalda de ella. Un haya. Y ella sólo ve
el juego de la luz allí dentro. Y ella avanza. Hasta que la penumbra la cubre
Bosque
- Si tú supieras, qué sabroso, entonces. Fue
Eran dos, dos y solos entonces. Quizá fueran los mismos.
A medias temblando ante eso, el sonido del bosque. Acto, qué cabe en ti
Ninguna voz
Ante esta falta de terror en él
- Yo, que estaba allí de casualidad. Pasé por ahí
- Quizás yo entonces no estuviera en mí
- O quizá estuviera insensible
Con la cara profundamente dentro del claro ennegrecido
Aquí ocurre de todo. Y no obstante nada grita. Pero la imagen se mueve.
¿Por qué él la mete en el bosque, verde oscuro, lleno de sombras
y totalmente silencioso
Y la acuesta
Sin pensar en nada quizás
Y la deja allí
Tal vez sean hermanos
vamos a seguirlos, sombra, abiertamente, despiertos a través del bosque, hasta el claro y por el prado, entre los espejos de los árboles, y volver
Katarina Frostenson en Los pensamientos (1994), incluido en Mujeres en el Norte. Trece poetas suecas (Devenir, Madrid, 2011, selec. y trad. de René Vázquez Díaz).
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