Era capaz de comportarse como un hombre de estado
a veces, y tenía un sentido del humor muy macabro.
Por su primer discurso lo nombramos Escudo de Oro,
y acordamos que se leyera todos los años.
Se habló de ponerle su nombre a algún mes,
pero sólo hasta su enfermedad, la racha de suicidios inducidos,
el divorcio y la desaparición de su joven esposa dos semanas después,
la condena a muerte de un hombre que vendía agua caliente.
Su siguiente mujer era fea y terriblemente rica,
lo que contradecía la hipótesis de que se había vuelto loco,
pero sólo hasta la deificación de su "íntima" hermana,
a la que siguió de inmediato la suya propia.
Como pedía sacrificios a su genio
decidimos hacerle una estatua de oro macizo
— pero indicamos a los escultores que no se diesen prisa
cuando anunció que iba a erigirla en Jerusalén.
Los actores atizaron su antisemitismo,
además de la pasión por vestirse de mujer.
Abundaron las conspiraciones. Si ahora las oyeras,
llenarías casi un circo con sus asesinos.
La chusma lloró, adoraban las obras públicas y los juegos
y era popular entre los jinetes.
Algunos de nosotros se alzaron con la plebe.
Su guardia personal restableció el orden (no sin cierto disgusto)
aunque la sucesión no ha sido decidida mientras escribo esto.
No sería capaz de decir que lo merecíamos
pero no es posible tener hijos y seguir siendo virgen.
Seremos menos ambiciosos con el próximo candidato.
Ian Duhig en The Mersey Goldfish (1995), incluido en La generación del cordero. Antología de la poesía actual en las Islas Británicas (Trilce Ediciones, México, 2000, selec. y trad. de Carlos López Beltrán y Pedro Serrano).
Otros poemas de Ian Duhig
Die Schwarze Paula, Oración en el margen de un salterio antiguo
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