En fin, todos somos oriundos de semilla celeste; todos lo tenemos a él como padre común del que, cuando la nutricia madre tierra ha recibido líquidas gotas de agua, preñada pare radiantes cosechas y árboles fértiles y a la raza humana pare todas las especies de fieras, procurándoles los sustentos con los que todos alimentan sus cuerpos y pasan dulce vida y propagan prole; por ello con razón ha obtenido el nombre de madre. Retorna así mismo de vuelta a las tierras lo que antes fue de la tierra y, lo que se envió de las orillas del éter, esto lo recuperan de nuevo restituido las regiones del cielo. Y no destruye la muerte las cosas hasta tal punto que aniquile los cuerpos de la materia, sino que les deshace su unión; luego junta uno con otros y hace que todas las cosas así cambien sus formas y muden sus colores y reciban sensibilidad y en un instante de tiempo la devuelvan, de modo que puedes saber que importa con qué otros y en qué posición se mantengan unidos unos mismos elementos primeros de cosas y qué movimientos den y reciban entre sí, y no te cabe pensar qué puede permanecer en posesión de los eternos cuerpos primeros lo que vemos flotar en las superficies de las cosas y a veces nacer y de pronto morir. Más aún, en nuestros versos mismos importa con qué otras y en qué orden estén colocadas todas las letras pues las mismas designan al cielo, mar, tierras, ríos, sol, las mismas a las mieses, árboles, seres vivos; si no todas lo son, sin embargo la mayor parte con mucho son semejantes; pero por su posición suenan diferentes las cosas. Así ya en las cosas mismas igualmente [las distancias] de la materia, [sus vías, enlaces, pesos, golpes], choques, movimientos, orden, posición, figuras, cuando cambian, deben también cambiarse las cosas.
Lucrecio, incluido en Explorando el mundo. Poesía de la ciencia (Gadir Editorial, Madrid, 2006, edic. de Miguel García-Posada).
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Gran idea incluir a Lucrecio, +Francisco Cenamor ¡un saludo!
ResponderEliminarSi, una poética interesante. Un abrazo.
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