A ras de la laguna un halcón peregrino suscita
un cabrilleo (manchas
eléctricas) de peces:
prenuncio de
nocturnidad.
El hornero posado en el eucalipto medicinal se
atavía de la mancha
primera de las
tinieblas, canta,
de golpe (eléctrico)
se duerme: noche
cerrada, cierran
filas las huestes
ateridas de una
noche de invierno.
La lámpara encendida gana visibilidad. Esa ficción.
Me apresto. Cierro
el libro que he estado
leyendo escarranchado
en el sillón de rejilla,
me froto sienes y
mirada, me quedo
de pie en el vano
de la puerta del
cuarto, listones de
luz la oscuridad
(ocurre que no me
he movido): la
lámpara de par en
par, apagada.
Rostro de aurora, truncas pirámides (reconfiguradas).
El día adentrado en
el jeroglífico cerrado
del día, hierática
figura sin fracción,
fija vertical la
inasible raya (tajo)
de la noche: aquí
mismo, espejo tras
el espejo, canto
negro del gallo a
su trastorno
azabache, enquiste
del escarabajo en
la cuarta pared del
cuarto: negrura de las
figuras que
cantaron en la
noche.
Zorzal, escuerzos, los ranúnculos ateridos (carámbanos)
la hilera enquistada
de los bosques de
abedul. Rasó aguas
una espátula rosada,
única ave, progenie
de la lámpara al
apagarse. A tientas,
sin moverme,
reconozco la arqueta
sobre la mesa redonda
de nogal al pie del
sillón (me sirva de
escabel algún día):
conozco su contenido,
el sentido primero del
nudo impasible de la
madera, sentido de la
veleta impasible entre
ráfagas negras de
viento.
La habitación me sostiene, la cuarta pared recién
pintada de marfil
sostiene huellas de
espaldas avistadas
a lo lejos, reconozco
su proximidad. Y
aquello que temía,
doce veces
introspección de
muerte, se apaga.
Un día feliz, en toda su contracción. Abstención, en
la anfractuosidad
constante, día y
noche, de la
blancura (impasible)
(imparcialidad
verdadera) cuarta
pared (aquí) de la
habitación.
Noche cerrada, encierro de la abstracción. Solo la
marca del agua en
la hilera (sombras
magnificadas del
abedul) hileras
de carámbanos. Se
suceden, nada suscitan,
y no porque yo duerma,
ya que esta noche no
duermo (nunca). En
su defecto, no duermo
(nunca). Expósito, de
la negrura. De pie, ojo
impertérrito, en el vano
de la puerta del cuarto.
El sillón de rejilla acaba
de dejar de moverse
(recurre en mi mente
una vieja superstición).
La espátula rosada acaba
de posarse en el eucalipto
medicinal. La aurora se
repliega (circular) ovillo
en dirección contraria a
su negrura. Y una mancha
irrefrenable de peces
reverbera sobre el suelo
de tablas, salta y se
entreteje en las refriegas
del agua, procura su punto
de sosiego: y no consigue
por un solo instante
obligarme a abrir los
ojos.
José Kozer en naïf (El sastre de Apollinaire, Madrid, 2013).
Otros poemas de José Kozer y artículos sobre su obra
Pincha para ver la lista de poemas incluidos en el blog
Toca aquí para ir al Catálogo de poemas
Destellos de luz, "flachazos" con pequeñas sílabas y palabras dar un idea. Dejar volar lo demás, saber que se sostiene solo el poema y llega un sabor de cubanía detrás de todo lo dicho, como si Cuba fuera un poema que viaja en cada uno de sus hijos. Salud y saludos poeta!
ResponderEliminarJosé Kozer es sin duda un muy buen poeta, de lo mejorcito actualmente de Cuba, posiblemente. Otro saludo para ti.
EliminarFlachazos de gallo en flor ¡Oh molestias de ése cuajo de barrosas espuertas d'Él comprendo y hago impresos ruego al Dios nocturno que hexametros tal horrendo fuego junto os abrace . . . .
ResponderEliminarBueno Kozer, eh.
Eliminar