—Otro cerebro, Camilo amigo. Anoche.
(Y Camilo sentía emoción muy muy adentro.)
Tiene unas fibras el cuerpo calloso en ambas portezuelas
que, si yo te contara—
no obstante
es improbable que sea éste todo nuestro truco.
Dime, Camilo, ¿tú piensas que el Espíritu —¡cosa tan grande!—
sea cuestión de serpentinas blancas y grisáceas, de una hemeroteca pingüe
que la muerte se lleva, en mal o peor estado?
—Tampoco te olvides, Jorge apreciable,
del corazón.
—Hilos, aún más hilachos, te lo juro.
Rojos o color sucio. Verdes y azules no parece haberlos en personas decentes.
Entre His y Purkinje fabricarían qué ojodediós tenso, huichol o tibetano.
Mas te repito, Camilo, ¿crees que de fibras, mierdas y glomérulos
surjan aquella predicción neptuniana de nuestro señor director,
la mirada de Urania,
las barbaridades de mi vecino de enfrente? (tú no sabes
lo que es encontrártelo por un bulevar, rosa teñido el pelo.)
—No, Jorge, no losé. Tómate el chocolate y el jarabe
y métete en tu camastro de una vez.
Yo le pondré al lonche los pellejos. ¿El cerebro rebanado?
Ya lo tirarás mañana tú. Sabes el asco que me dan esas cosas, no me insistas: soy astrónomo,
como tú debieras limitarte a.
Déjalo al pie de un farol, yendo al Observatorio. Bien temprano, eso sí;
que los perros se encarguen de lo que el gato desdeña.
Gerardo Deniz, incluido en Tigre la sed. Antología de poesía mexicana contemporánea 1950-2005 (Ediciones Hiperión, Madrid, 2006, selecc. de Víctor Manuel Mendola, Miguel Ángel Zapata y Miguel Gomes).
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