que no lo vencerán razonamientos!
Ni la gloria con sangre conseguida,
ni la paz de arrogante confianza,
ni las viejas leyendas
renuevan en mi pecho el entusiasmo.
Amo —no sé por qué—
de sus estepas el silencio frío,
el murmurar de sus inmensos bosques,
sus ríos desbordados, como mares...
Me gusta recorrer entre vaivenes
los estrechos caminos,
penetrando la sombra con la mirada lenta,
descubrir en sus bordes, anhelando posada,
los fuegos vacilantes de las tristes aldeas.
Amo el humo que forma una cortina
del rastrojo quemado,
los carros que en hilera
pasan la noche en la llanura;
y en la colina,
en medio del trigal que amarillea
un grupo blanco de abedules.
Miro con alegría que muchos desconocen
las eras con su trigo,
la casa campesina de tejado de paja,
de ventanas grabadas de madera.
En las fiestas contemplo largas horas
—en las noches cubiertas de rocío—
los bailes animados
de silbidos y alegre taconeo,
mientras escucho las palabras
de los borrachos campesinos.
Mijaíl Lérmontov, incluido en Poetas rusos del siglo XIX (Ediciones Rialp, Madrid, 1967, selec. y trad. de María Francisca de Castro Gil).
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Es un poema totalmente actual.
ResponderEliminarDesde luego que sí, aunque el amor a la patria de la Rusia actual es un poco más agresivo, jajajajaja.
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