Rosas pulverizadas en los nichos
y en el estanque un loto solitario
gira. Los halcones trazan esos rúnicos
caracteres aéreos del lagarto.
Las fuentes soplan las trompetas del lirio
que sólo dan un único registro.
Y hasta en el reino malva de los peces
se revelan las hondas aguas verdes.
Bien se presiente la leyenda eterna
que crece aquí como el helecho terne,
arisco y desmedido: lo dudoso.
Queda en mi mano una gran rosa abierta
casi ardiendo, que ahuyenta las perennes
sombras que aún traigo de mi cielo umbroso.
Anton van Wilderode, incluido en Antología de la poesía neerlandesa moderna (Ediciones Saturno, Barcelona, 1971, selecc. y trad. de Francisco Carrasquer).
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