Y Eneas dijo: «Eres tú, padre, es tu triste imagen
la que, apareciéndoseme con frecuencia, me obligó
a dirigirme a estos umbrales. Mis naves flotan
sobre el mar Tirreno. Dame tu diestra, padre,
deja que la una a la mía; dámela, y no te apartes
de mi abrazo.» Hablando así, regaba al mismo tiempo
su rostro con abundante llanto. Tres veces intentó
rodearle el cuello con sus brazos; tres veces la imagen,
asida en vano, se escapó de sus manos, como si fuese
un viento leve o un sueño alado.
Virgilio en Aeneidos VI, incluido en Antología de la poesía latina (Alianza Editorial, Madrid, 2010, selec. y trad. de Luis Alberto de Cuenca y Antonio Alvar).
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intentando asir tu triste imagen se convirtió mi mano en puño.
ResponderEliminarNo soy violenta, la abrí lentamente, la volví a cerrar, hasta tres veces.
Alcancé así el tibio calor que hubiera aprehendido de tu anhelada mano.
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ResponderEliminarLeyendo estos poemas clásicos recuerdo mi época de estudiante cuando pasaba las tardes traduciendo del griego y del latín. Como pasa el tiempo y ahora no recuerdo nada pero me sigue quedando aquel regusto cuando al leerlos tienen un significado para mí.
ResponderEliminarGracias por compartir estas bellezas y todas las demás.
Emocionantes recuerdos.
EliminarGracias!
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