Entre golpes de sables y de lanzas el doncel sucumbió:
por aquella victoria no alcanzada,
fue una muerte con rango de victoria.
Escapar de la muerte hubiera sido fácil,
pero se la trajeron
su ruda condición, su amargo celo,
un alma que evitaba el deshonor
como si resultara una blasfemia el Día del gran Espanto,
o la blasfemia misma.
Y en el podrido estanque de la muerte,
hincando el pie, le dijo:
desde debajo de tu arqueada planta,
para el Juicio final, retornaré.
Vistió el rojo ropaje de la muerte,
pero apenas la noche le envolvió con sus sombras,
se hizo verde brocado.
Y con las ropas, puro, se marchó.
Mas no quedó jardín en donde, a la mañana, descansara,
que no hubiera querido ser su tumba.
Abu Tamman, incluido en Poesía árabe clásica oriental (Litoral. Revista de la poesía y el pensamiento, año XVII, nº 177, Málaga, 1988, selec. y trad. de Pedro Martínez Montávez).
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Muhammad ibn Humayd
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Impagable tu contribución a la poesía, a los brocados -esta vez- del lenguaje. Gracias por traer a Tamman, y al resto.
ResponderEliminarSoy un poco iluminado y quiero que todo el mundo conozca a los que me iluminan, jajajajaja. Un abrazo.
EliminarVida que llevas la muerte a tus espaldas, pronto se prende en mi garganta.
ResponderEliminares el dolor expresado en sentimiento
ResponderEliminarY la Historia se repite.
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