el filo de su espada, harto de
mandobles,
y se melló en ella la lanza morena.
Fue llano su paso por la muerte súbita,
y le devolvió el celo amargo y el
carácter áspero.
En la ciénaga de la muerte asentó su
pie,
y le dijo: Bajo tu planta está la
resurrección.
Bien de mañana madrugó, siendo
la alabanza la urdimbre de su túnica,
y no se fue sino cuando tuvo su
soldada: el sudario.
Y ahora parecen los Banu Nabahan,
el día en que fue alcanzado,
estrellas,
entre las que se haya desplomado la
Luna llena.
Se lamentan por un difunto
por el que aúlla también la misma
grandeza,
y lo lloran la bravura, la magnanimidad
y la poesía.
Abu Tamman, incluido en Poesía árabe clásica (Titivillus, Internet, 2017, selec. de Alfonso Bolado).
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