Su cabello era un cuervo extraído de una chimenea tapada
y sus ojos eran dos huevos duros con las puntas sumidas
y su pestañeo la portezuela de un gato
y sus dientes eran azuritas o estatuas de la isla de Pascua
y su mordida una herradura perfecta.
Sus ollares eran los cañones de una escopeta, cargada.
Y su boca un campo petrolero abandonado
y su última sonrisa una cesárea
y su lengua era un iguanodonte
y su silbido era un rayo láser
y su risa un caso grave de tosferina.
Tosía y todo era whisky de malta.
Y sus migrañas eran vandalismo en los muelles reales
y sus discusiones eran motores de cubierta atascados con líneas de pescar
y su cuello era un quiosco
y su manzana de adán la válvula de un flotador
y sus brazos eran leche escurriendo de una botella rota.
Sus codos eran bumerangs o tijeras dentadas.
Y sus muñecas eran tobillos
y sus apretones de mano eran víboras bufaderas en el barril de cereal
y sus dedos eran astronautas encontrados muertos en sus trajes espaciales
y las palmas de sus manos eran actionpaintings
y sus dos pulgares eran mechas azules.
Y su sombra era una mina a cielo abierto.
Y su perro era una garita vacía
y su corazón una granada de la primera guerra mundial encontrada por los niños
y sus tetillas eran relojes para dispositivos incendiarios
y sus omóplatos eran dos carniceros en una competencia de cortes de carne
y su ombligo era las Malvinas
y sus partes nobles eran el triángulo de las Bermudas
y su trasero era una buhardilla de cura
y sus estrías eran la marea retirándose.
Su sistema sanguíneo era la grafiosis del olmo.
Y sus piernas eran cargas de profundidad
y sus rodillas eran fósiles esperando el martillo
y sus ligamentos eran rifles envueltos en tela encerada bajo los tablones del piso
y sus pantorrillas eran el tren de aterrizaje de unos Shackletons.
Sus talones eran el lugar donde cayeron unos meteoritos
y los dedos de sus pies eran un nido de ratones bajo la podadora.
Y sus huellas eran Vietnam
y sus promesas eran globos de cantoya flotando a lo lejos sobre los árboles
y sus dicharachos eran balones cruzando las ventanas de los vecinos
y su sonrisa era la Gran Muralla china vista desde la luna
y la última vez que hablaron fue el apartheid.
Ella era una silla, empinada hacia atrás
con el chaquetón de trabajo de él sobre los hombros.
Se lo dijeron a él
y su rostro fue un hoyo
en donde el hielo fue demasiado delgado para sostenerla.
Simon Armitage en Zoom! (1989), incluido en La generación del cordero. Antología de la poesía actual en las Islas Británicas (Trilce Ediciones, México, 2000, selec. y trad. de Carlos López Beltrán y Pedro Serrano.
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