En este hogar donde las horas
a veces suelen remansarse
y la voz grave de la dicha
escoge tu voz para hablarme,
dame tu mano honesta y dulce
donde mi destino está escrito
y hacia mí vuelve, bondadosa,
tu radiante rostro tranquilo.
Que así pueda de una mirada
abarcar en ti todavía
mi vida entera y ya a tu lado
ver mi vejez enternecida.
Maurice Carême en La casa blanca (1949), incluido en Cuatro poetas belgas de hoy (Publicaciones de la Universidad de Murcia, 1950, trad. de Dictinio de Castillo-Elejabeytia).
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