A Jordi López-Batllori
Hay oficios que son buenos porque se hacen a gusto;como el de carpintero:
—sierra que te sierra
van haciendo pedazos los tablones,
y de una tirada han hecho diez ventanas.
Meciéndose en las virutas te montan una mesa;
si quieres, de un nogal te harán un cobertizo.
Y andan muy seguros—
sobre el serrín color manteca.
¿Y los cerrajeros? ¡ah, los cerrajeros!
De golpear nunca se cansan:
golpea que golpearás, y se ensucian los dedos;
pero hacen unas rejas y unos balcones que me encantan,
y los gallos de los tejados
que vigilan por las noches.
Y son hombres robustos,
como el que más trabajan.
¿Y en el dique? ¡Oh, los calafates!
El Puerto entero se llena de alegría
con el ruido que arman,
y dicen que nace un pez a cada golpe
—un pez de cola dorada, todo él azul de escama.
Rodean todo el barco, colgados de cubierta:
si vierais a las gaviotas
cómo les llevan luz.
Hay aún otro oficio
que es un oficio alegre el pintor de paredes:
si no cantan primero no hacen una cenefa;
si la canción es hermosa dejan el piso más fresco:
puede verse en el techo
que lo hacían cantando:
todos llevan bata larga
manchada de color.
Podría hablaros todavía
del oficio de albañil:
del albañil que sabe
y construye cobijos.
Lo mismo hacen un porche que una chimenea
—si quieren
sin escaleras
suben hasta lo alto;
y hacen también balcones para poder ver el mar, allá a lo lejos
—ventanales abiertos a toda la cordillera
y capiteles
y zócalos
y bóvedas.
¡Y van en mangas de camisa, como gente desocupada!
¡Y qué casas levantan en un abrir y cerrar de ojos!
Joan Salvat-Papasseit, incluido en Poesía catalana contemporánea (Editorial Espasa-Calpe, Madrid, 1983, edición y versión de José Corredor-Matheos).
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