Señor,
Un plato de sopa para la resurrección de la carne.
El mozo parece el hambre,
El hambre parece Dios.
Quien parece Nadie.
Rechina el diente en la punta del tenedor.
Hoy probó la boca el hambre de Nadie.
Señor,
Un plato de muerte
Lo quiere la boca.
Debajo de la mesa ya cavan la fosa.
Llora el cuchillo
En la punta de la carne.
Se ahoga la cuchara en la sopa.
Señor,
Un plato de sopa para la resurrección del hombre.
Sálvalo, cuchara.
Recógelo, tenedor.
Hoy la lengua probó el sabor de Nadie.
Llueve. Llueve hambre en el plato de sopa.
De la mano del cuchillo, hoy llegó el hambre
A comer con Dios.
Desde las barrigas llegaban los gritos
De los guardianes del hambre.
Dios pensaba, pensaba en su hambre.
Se sintió el exiliado en el mundo de los hombres.
Oyó que alguien sembraba semillas en los surcos del hambre.
Los esclavos del hambre copulaban en su sopa
Fecundando más hambre.
Los pies descalzos de Dios danzaban
para que lloviera más sopa
Y el hambre y la muerte yacían desnudos sobre la mesa
Atrapándose las eyaculaciones con las bocas.
Dios era la virgen herética de todas las hambres.
Llevaba un collar con los dientes de Nadie
Y su corazón era la ceniza del hombre.
Dios entró a la casa del hombre con hambre.
Entonces se asomó a su mirada. A sus ojos de tenedor,
Al color de su sopa.
Dios comía con el hambre.
Su cuchillo era la muela del hombre.
Su cuchara la espalda,
Su plato la fosa.
Enredada en la cuchara de Dios se acababa la sopa.
El hambre entraba a saco en la barriga del hombre.
En los vientres encinta.
¡Cuántas lenguas sin boca! ¡Cuántas bocas sin sopa!
Dios tiró su plato con los huesos del hombre.
Se quemó la lengua con el hambre del hombre.
Dios vio diablos en la mesa.
Vio diablos devorando al hijo del hombre.
Nadie les dé posada. Nadie.
Nadie les guarde vino en la copa. Nadie.
Ningún buen hombre. Nadie.
Ninguna buena esposa.
Ninguna buena madre.
Dios vio a los sembradores del hambre
Cayendo en su plato de sopa trozados por la cintura
En dos trozos de carne.
Vio salir de los huesos del hombre
El tenedor del ángel del fuego
Hurgando en la sopa de los dioses del hambre.
Isaac Goldemberg, apareció, bajo el título de 'La última cena', en Los cementerios reales (2004), incluido en Entre rascacielos: Nueva York en nueve poetas (Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, Riobamba, 1999, ed. de Marie-Lise Gazarian-Gautier).
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