Próxima está la montaña
a la morada del Dios del Cielo.
Cerros tras cerros, hasta la orilla del mar.
Las nubes, que estaban dispersas,
ahora que vuelvo la cabeza,
se han fundido.
La niebla azulada:
al entrar yo en ella,
se desvanece.
Oteo desde la cumbre.
Cambian las direcciones:
Diferente el rayo del sol,
diferente el color en cada valle.
Quiero buscar una posada
y llamo a un leñador.
Salta mi voz a través del agua del arroyo.
Wang Wei, incluido en Poesía clásica china (Ediciones Cátedra, Madrid, 2002, ed. y trad. de Guojian Chen).
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