Ya desde el principio no estaban equilibradas las fuerzas: Satán, gran jefe en las alturas, y Job carne y sangre. Aun sin esto la
competición era injusta. Job, que perdió su riqueza y fue privado de hijos e hijas y herido de úlcera, no sabía que se trataba de una competición.
Como se quejó más de la cuenta, el juez le hizo callar. Y como alabó y calló, venció sin saberlo a su rival. Entonces se le devolvió la riqueza y se le dieron hijos e hijas —nuevos, por supuesto—, y se le quitó el duelo por los primeros.
Podríamos pensar que esta indemnización fue lo peor de todo; podríamos pensar que lo más horrible fue la falta de información de Job que no entendió que había vencido ni a quién. Pero lo más terrible de todo reside en que Job nunca existió, porque fue una parábola.
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Job no existió pero Satán tampoco. Empate a cero porque no hubo partido.
ResponderEliminarSiempre debemos dar paso a la historia, esta llena de recuerdos y matices,jugemos a la verdad,con lo que está escrito , será por algo como la certeza de que emos benido a este mundo , UNSALUDO.
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