jueves, 13 de enero de 2011

Poema del día: "En invierno es mejor un cuento triste", de Claudio Rodríguez (España, 1934-1999)

Conmigo tu no tengas
remordimiento, madre. Yo te doy lo único
que puedo darte ahora: si no amor,
sí reconciliación. Ya sé el fracaso,
la victoria que cabe
en un cuerpo. El caer, el arruinarse
de tantos años contra el pedernal
del dolor, el huir
con leyes a mansalva
que me daban razón, un cruel masaje
para alejarme de tí; historias
de dinero y de catres,
de alquileres sin tasa,
cuando todas mis horas eran horas de lobo,
cuando mi vida fue estar al acecho
de tu caída, de tu
herida, en la que puse,
si no el diente, tampoco
la lengua,
me dan hoy el tamaño
de mi pecado.

Sólo he crecido en esqueleto: mírame.
Asómate como antes
a la ventana. Tú no pienses nunca
en esa caña cruda que me irguió
hace dieciséis años. Tú ven, ven,
mira que clara está la noche ahora,
mira que yo te quiero, que es verdad,
mira cómo donde hubo
parcelas hay llanuras,
mira a tu hijo que vuelve
sin camino y sin manta, como entonces,
a tu regazo con remordimiento.

Claudio Rodríguez en Alianza y condena (1965), incluido en Desde mis poemas (Ediciones Cátedra, Madrid, 1994).

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4 comentarios:

  1. Gracias por este poema.
    Comenzar así el día, con esta honda mirada a la madre, es una de las mejores maneras de comenzar un día.

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  2. El regreso del hijo pródigo, una vez más.
    Un saludo.

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  3. Cuando el cuerpo es joven
    cuando la sangre hierve en las venas
    anula las cabezas
    separándonos de lo que más queremos
    volviendo ya mayores al nido que nos vio crecer .
    Es la pura realidad .

    Muy bueno este poema
    Gracias por alegrarme la mañana leyendo tus textos.
    Un saludo del pepinero.
    Santiago Medina Carrillo

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  4. Madre, es Navidad
    y hoy, todavía, tú te asomas, también,
    a la ventana para vernos pasar
    para verme pasar.

    Madre, es Navidad
    y hoy, todavía te tengo
    y escucho tu voz,
    la voz que me habla cada día.

    Madre, es Navidad
    y siento ese infinito crecer
    -suerte que tengo-
    desde hace ya, no sé cuántos años,
    y te tengo todavía.

    ¿Qué falta me hacen ahora el fuego
    o la manta? ¿Qué falta me hacen,
    si tu regazo, todavía,
    acoge mi frágil ser?

    ¿Para qué más calor?

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