¿Desde cuándo estáis editando y qué os motivó a comenzar?
Lanzamos los dos primeros títulos en marzo de 2008 y ya hemos publicado quince. La principal motivación fue y sigue siendo compartir lecturas y difundir obras que, por razones muchas veces inexplicables, no estaban disponibles en castellano. Por ejemplo, el Cuaderno de notas de Anton Chéjov nunca se había publicado en nuestra lengua. Del mismo modo, La madriguera, de Franz Kafka, o Una historia desagradable, de Fiodor Dostoievski, se habían publicado en volúmenes que incluían otros textos y creímos que merecían una edición autónoma, que muestre su relevancia, que les dé aire. Luego hay motivaciones de otro tipo, como aprovechar los muy buenos traductores que hay en Argentina.
¿Qué géneros publicáis normalmente?
Publicamos textos vinculados, de un modo u otro, a la narrativa: cuentos, novelas, ensayos, diarios, algunas obras difíciles de clasificar como el Catálogo de juguetes, de Sandra Petrignani… Lo sustancial es que editamos obras “raras”, poco difundidas o inéditas en castellano, de autores muy reconocidos (por ejemplo, El punto de vista, de Henry James) o bien libros muy valiosos de escritores que han tenido poca circulación en nuestra lengua (William Goyen o Jacques Sternberg).
¿Qué criterios tenéis a la hora de seleccionar los libros que publicáis?
En principio, nos guía la idea de compartir una lectura, poner a disposición de los lectores de habla castellana un título que no está disponible en las librerías. Desde ya, debe ser una obra que nos guste, que queramos compartir. En cierta medida, al elegir un título, al pensar en el diseño, al imprimirlo, durante todo el proceso, debe cumplir con un estándar muy claro: tiene que ser un libro que nos gustaría regalar. Por otra parte, buscamos un balance en el catálogo, un balance que incluye distintas variables: la nacionalidad de los escritores, el idioma, la época en que vivieron, la difusión que han tenido… Así, podemos publicar un diario casi inédito de Adolfo Bioy Casares y después una serie de casi 300 cuentos del belga Jacques Sternberg inédita en castellano. Se complementan. Más allá de eso, aunque parezca un lugar común, las elecciones de un editor suelen responder a sus gustos como lector; mantener esa idea hace del trabajo un deleite.
¿Admitís originales?, ¿cuál es el canal para ponerse en contacto con vosotros?
Como estamos centrados en la traducción, no recibimos originales de autores actuales en castellano. A su vez, tenemos una larga lista de títulos que nos interesa publicar, a la que se suman las propuestas de traductores, críticos y/o amigos. Nunca llegamos a editar todo lo que quisiéramos. Es una pena decirle que no a un escritor que quiere mandarte sus trabajos, pero debemos hacerlo porque nuestro proyecto se apoya en otras bases; al menos, por ahora.
¿Cuáles son los principales problemas que encontráis a la hora de desarrollar vuestra labor editorial?
La industria editorial es muy heterogénea y bastante imprevisible. Sobre todo, cuando uno publica textos literarios en Argentina, que tiene un mercado de libros menos importante que España. Se trata de una industria con poco margen, donde cada apuesta supone un riesgo importante para una editorial independiente, sin un gran respaldo financiero.
¿Y cuáles son las satisfacciones que recibís?
Son muchas y es difícil acordarse de todas. Por ejemplo, el correo electrónico de alguien que descubrió a William Goyen y quedó fascinado gracias a que lo publicamos es una satisfacción enorme. Trabajar con traductores y críticos como los que colaboran con La Compañía es otra gran satisfacción. Que un librero con años de experiencia o un escritor admirado elogien nuestros libros también nos satisface y enorgullece. Comprobar que la elección de un libro fue acertada, que los lectores o la prensa la valoran, también. O encontrar un buen libro que no se publicó en castellano y que queremos compartir. Nuestro trabajo nos brinda satisfacciones a diario.
Una breve valoración del mundo editorial actual…
Se hace muy difícil dar una valoración breve de un mundo tan heterogéneo, con tantas aristas. El mundo editorial en España es distinto que en Argentina y en cada país presenta diferencias muy importantes, de todo tipo. Además, se puede segmentar en los libros de literatura, los libros de actualidad, los libros infantiles… A su vez, están ganando terreno los libros digitales y con eso se abre un panorama que no sabemos adónde nos llevará en cinco o diez años. Ante la imposibilidad de abarcar tanto, vale la pena celebrar las muchas editoriales independientes, con catálogos interesantísimos, que han aparecido durante estos años en distintos países de nuestra lengua y que tienen perspectivas de mantenerse. De la misma manera, hay que celebrar que las buenas traducciones que se hacen en Argentina estén siendo valoradas otra vez como antes, cosa que se había ido perdiendo en décadas pasadas.
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