Una fila de árboles camina por mi calle en dirección al Norte.
Los árboles caminan lentamente, con el rostro alzado, arrogantes o tristes, como esa lentitud del equlibrista sobre un campo de minas.
Pudieran ser amigos que huyeran de la muerte, porque la muerte tiene apego al Sur.
Pudieran ser una fila de hombres sin hogar ni familia con el convencimiento del soldado que avanza a la derrota.
Pero sólo son árboles, altos, de hoja perenne, cuyo andar impasible nunca pierde el compás, una fila que el viento no disuelve ni agota.
Yo no quiero saber qué dolor les obliga, ni que mano imprudente les animó a crecer.
Tan sólo los observo pasar, día tras día, pasar desde la infancia, desde el primer amor.
Quisiera preguntarles sus nombres, pero callo.
Quisiera que la noche llegara y les cubriese:
Que inclinaran tan sólo la cabeza al morir.
Jesús Urceloy en Libro de los Salmos (1997), incluido en La voz y la escritura. 80 nuevas propuestas poéticas (Ediciones Sial, Madrid, 2006).
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