Este poco de pan tiene mi vida escrita
en su blancura, como la cara de mi madre.
Esta ropa del Cuerpo de Cristo se me ha hecho
familiar, dolorosa, como mi carne misma;
su sabor a barquillo de paseo de niño,
su blancura de lienzo limpio y almidonado
me reúnen mis años insistiendo, ola a ola,
al pie del parpadeo del faro de lo alto:
misas de aquel muchacho que apretaba los puños
y la mente, empeñado en enjaular el cielo;
misas de soledad frente a la nada abierta,
citando a Dios, clamándole con voz de agonizante;
misas de reposado olvido entre el gentío,
llevado por la luz y las aguas del cántico;
misas de la ambición juvenil, con amigos,
ajustando el deber y el amor inminente;
misas con el cariño al lado y, desde entonces,
misas entre la vida de verdad, y su carga
suave de hijos y besos, su ilusión vuelta ritmo.
Y Él calla siempre. Y se alza mi afán, y palidecen
mis ecos, mis estampas sobre su cuerpo escritas,
y me hundo en su blancura, cegado mi silencio...
José María Valverde en Apostolado sacerdotal (1958), incluido en Al celebrar tu memoria. Poesía para domingos y festivos (Editorial Sal Terrae, Santander, 2005).
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