Ernestina de Champourcin, en su adolescencia, se vio deslumbrada por un libro de Juan Ramón Jiménez, Platero y yo. Desde ese momento esperó conocer algún día a Juan Ramón y decidió dedicarse en cuerpo y alma a la poesía. Ya desde niña imaginaba y contaba historias para sus amigas de la burguesía vitoriana, ciudad en la que nació un 10 de julio de 1905. Esperaba estudiar. Estudió hasta el bachiller superior, pero las presiones de su padre y un ambiente hostil al estudio de las mujeres le hicieron desistir de estudiar Filosofía y Letras como era su intención.
En los años 20 se traslada a Madrid, donde conoce a su admirado Juan Ramón Jiménez y a su esposa Zenobia Camprubí, a los que frecuenta con asiduidad. Conoce también a multitud de artistas a quienes le fascina escuchar, especialmente a los poetas con los que compartirá generación. Y aunque ella no lo esperaba, la Historia, escrita generalmente por hombres, le pasó por encima, quedando prácticamente en el olvido, a pesar de que la crítica posterior la considera la mejor poeta de la Generación del 27. En su feliz estancia madrileña tuvo que sufrir la incomprensión de muchos intelectuales republicanos por su ascendencia aristocrática y su confesión de fe católica, algo que sufrieron igualmente otros intelectuales y artistas republicanos como José Bergamín. Quién sabe si en su olvido posterior no influyó el que la izquierda posfranquista, en su afán por recuperar a los intelectuales y artistas afines ideológicamente se olvidase de rescatar a literatos tan importantes como Manuel Altolaguirre, Emilio Prados o Max Aub, entre otros muchos.
En Madrid esperaba encontrar el amor, su poesía la delataba, y lo encontró en la persona de Juan José Domenchina, poeta y crítico literario, con quien se casa. En su mejor momento personal, preocupada por la educación de las mujeres, fundó el Liceo Femenino con María de Maeztu, María Baeza y otras mujeres inquietas. Y cuando estalló la guerra esperaba ayudar en lo que fuera, pero de nuevo su procedencia y su fe hicieron que fuese expulsada por los milicianos republicanos del hospital donde prestaba sus servicios voluntariamente. Y esperó quedarse en Madrid, pero tuvo que acompañar a la República en su triste derrota, primero a Valencia y luego a México: su marido, militante de Izquierda Republicana, desempeñó importantes cargos en el Gobierno durante la heroica resistencia de Madrid.
Una vez en México, esperó poder regresar pronto a Madrid. La tristeza de la espera hizo que su voz quedase silenciada hasta 1952. Por fin, en 1972 regresa a España, de donde solamente tiene ya recuerdos. Esperaba encontrarse con ellos pero ya no estaban allí y decidió dedicarse a rescatar la memoria de todo aquello que sucedió un día en su corazón, como esperando hacerlo presente. En 1999, cansada de esperar, Ernestina de Champourcin muere. O tal vez no, tal vez siga esperando.
Poemas de Ernestina de Champourcin
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Toda su vida esperando y buscando. Aún así, vivió intensamente (lo que le permitieron vivir, claro).
ResponderEliminarPreciosa historia.
Yo creo que sigue esperando...
Y ESTÁS EN EL VACÍO...
Y estás: en el vacío
y en la ausencia presente,
en la que es y vive
sin dejar de ser única
oquedad invisible
con raíces eternas.
No hay mundo que la llene
pero sí algo vivo
que la besa y la calma.
Ernestina de Champourcin
saludos!
-galilea-
Espero que poco a poco se vaya rescatando desprejuiciadamente a estas personas que vivieron y crearon en tan fatídica época.
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