De ojos que ya nada ven
brotan lágrimas tan negras
que se olvidan de su oficio
de ser en la noche estrellas.
Dolor sin luz. Hoy el alma
se hunde más en sus tinieblas,
porque la vida y la noche
-un mismo mar- hacen que ella
por su propio peso caiga
en oscuridad completa.
Ya su desnudo en la noche
nadie lo ve, que atraviesa
profundidades que sólo
a Dios, su centro, la acercan.
Hace tiempo que no miro
sino hacia adentro. Me llevan
por las calles lazarillos
que me toman y me dejan.
¡Ojalá tenga mi vida
luces, aunque no las vea!
Manuel Altolaguirre, incluido en Dios en la poesía actual (Biblioteca de autores cristianos, Madrid, 1970, ed. de Ernestina de Champourcin).
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