jueves, 23 de enero de 2025

Poema del día: "Asunto criminal", de Cromwell Castillo (Perú, 1981)


                     Con Herica, desde uno de los acantilados
                     de Puerto Eten; a propósito del ecocidio
                     de Repsol en el Perú.

I
En este mar solo cabe la memoria
de una música hegemónica que golpea nuestro cráneo
insistentemente

como una balada hostil, una compulsión
asombrosa de rumores
donde reina la incuria y la muerte.

Ah, las raíces de la infancia
que el mar sacude raudamente
convirtiéndolas en espuma:

quisiera tener la certeza
que este mar no existe
y que la ciudad devorada por el agua
es solo el inútil espejismo del olvido.

Pero no, el dolor arrecia con ardua marea negra,
y yo desde la cresta de este acantilado
veo olas tenebrosas descarnando peces y nutrias.

¿De dónde viene el fuerte oleaje
que ha deshecho los pilares de la Tierra?

El mar resuena en mi interior
donde una caracola anuncia los presagios de los puertos:

no hay nadie en los navíos, solo la tempestad
mece el corazón herido de las aguas.

Ha llegado el tiempo de la ceniza.

En un vasto cementerio de rocas húmedas,
oigo la voz del gentío arrastrando el cadáver del último verano.
Todo ha sido consumido por la niebla,
y la mentira galopante del Viejo Mundo
es silencio / espada / lesión:

Prometido infierno / fruto perdurable.

La historia es un puñado de escombros
que canta una alegoría al viento amordazado
de nuestras costas:

caravana de aves picoteando en las playas
la noble mansedumbre de sus alas rotas.

El mar es triste en su saqueada fecundidad,
como el suelo donde aguardan los albores de la guerra.

Nada ofrendarán sus aguas
que mueren
lentamente
bajo el cielo estrellado
de enero.

Dos mil veintidós:
¿Oda a la sangre / Oda a la traición / Oda a la locura?

Revelaciones duermen y se orillan al roído murallón de piedra.
Estampida de bestias lascivas copulan en la negritud ascendente de la arena.
Polución sanguinaria / carnicería oscilante / región abatida.
Solo cuerpos fatigados pendiendo del horizonte abarcan este mar amado,
O es el sol abrasante que sujeta la indecible fragancia de lo incierto?
Luego sobrevendrán las tribulaciones:

reminiscencias de frágiles ciudades
desplomándose
al otro lado de la marea.

Todo está perdido.

II
La invisible danza de mis redes
devorada por las profundidades,
no logra descifrar el agua:

nada nos ha ofrendado el mar.

Leves augurios nos atan
al llamado impuro de tu voz, ¡oh, reino del crepúsculo!,
y apenas si el silencio sabe acariciarnos la memoria.

─¿Acaso desoímos el rumor vibrante de las preguntas
que encallan sobre esta orilla
ornamentada de aleteos moribundos
y negras constelaciones?─

He vuelto a mirar la extensa muralla de agua
y algo delata el inútil pretexto
de lo que somos:

el abismo seduce
y nos asoma a una estación pétrea
vigilada por peces abisales
y sombras inalcanzables.

Es el mar o la azulada versión de la muerte,
esa otra red imperiosa que lanzan los dioses
arrastrando nuestros ojos
a un viaje largo
a través de la noche.

He visto mi reflejo sobre sus aguas
presumiendo la esperanza de los náufragos

de corazón incurable / oscilantes
entre el volver o quedarse a fundar la niebla.

Inusitado reino de las transfiguraciones,
donde el viento es el soplido ruin
de bestias invisibles que atraviesan las ventanas de los puertos:

verano galopante / hedor inmóvil

Tiránica armazón de fuego
que desliza su furia en el lomo de las aguas
y engendra animales fatigados
y mórbidos.

¿Quién clava sus agujas en este ambiguo
jardín de incertidumbres?
Lanzo las redes
al anchuroso ojo de agua
           una y otra vez
           una y otra vez
           una y tantas veces
y solo atrapo una pregunta irredimible:

¿Por qué nuestras plegarias ya no se oyen?

─¿A dónde va el canto constelado que mi alma escupe
al cielo abominable de las postrimerías? ─

Aves milenarias surcan el horizonte
colisionando su pico
contra un paisaje de cadáveres
que esperan el gesto entrañable del aire.

¿Qué es una lágrima sino un deseoso aleteo nocturno?

Una lágrima caída al mar
es el mar devorando las profundidades
de los hombres.

Es el mar recuperando sus raíces.

III
La patria de mis ojos es el mar,
y tú una barca balanceándose,
discreta,
en sus profundidades.

Vocación impura
y babilónica la del lenguaje:

hacer fluir el poema
en medio de un mar
repleto de inmundicias.

Cromwell Castillo en Divina extinción (ERGO Editores, Bilbao, 2023).

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Agua (1)

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