Si pudiera cerciorarme de que estás acompañada tiernamente,
que el dios lar te narra viejos sucesos
y no te atemoriza el torvo ceño de aquellos extranjeros y vuelas acompañada de un tropel benigno!
Nosotros los hijos vamos entrando tan solos en la muerte y una nube nos envuelve y separa uno del otro
y un madero seco se lleva la corriente.
Pero las madres, ¡ay, las madres!, ¿no quedan obligadas y regresan ceñidas por los nudos del amor?, no nos acompañan en los trances y más tarde salen a recibirnos? ¿no son ellas las que cumplen los ritos perpetuos de la tierra?
y ¿cómo el hombre puede escudriñar los secretos y medir los límites si no lo amamantan?
¡Ay, madre! te implora el niño ¿dónde te encuentras ahora?, ¿dónde velas, dónde cuelgas los nidos vacíos y cómo me dictas la sagrada lección?
A veces creo que nos movemos en piezas contiguas, parece que caminaras sobre arenas, como presos nos agitamos y nos entendemos a golpes en el muro.
¿Dónde está el escondrijo y el trueno que lo guarda? los vallados ¿quién los salta? el lienzo que te cubre ¿quién lo entiende?
Te implora el niño, las ascuas revuelve con su mano tan poco ejercitada, su silla coloca junto al barranco.
Te implora el niño y tú no vienes como entonces, cuando salías del muro como una monja brillante, con un pocillo trémulo en la mano
y librabas a mi alma del gran miedo.
Humberto Díaz Casanueva en Réquiem (1945), incluido en Antología de la poesía hispanomericana contemporánea 1914-1970 (Alianza Editorial, Madrid, 1971, selec. de José Olivio Jiménez).
Otros poemas de Humberto Díaz Casanueva
Pincha para ver la lista de poemas incluidos en el blog
Toca aquí para ir al Catálogo de poemas
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tomo la palabra: