Me temo que has confundido mi intención, pienso esto, pero no se lo digo a ella. De manera que no volveremos a hablarnos.
Un perrito ladra "como si pidiera algo". Aunque los pájaros no cantan para pedir.
Luna naciente, feto iluminado.
Ese profundo, íntimo olor a niño enfermo me lleva a decir: la fusión de la fiebre, la piel, el pelo, el sudor de la nuca. Sin embargo mi traducción es tan lenta que los que están cerca de mí toman las palabras niño y olor y empiezan a sintetizar: el olor a Pomada de la Campana cuando tuvo varicela, el aroma del aliento del bebé después de ser amamantado.
Indispensables: los tragos de tequila. El rostro mirando hacia atrás, consumido, rayado por líneas profundas.
El oído humano parece más sensible a los sonidos agudos. ¿Así que los pájaros están vocalizando la pena de los árboles?
Una perra en la azotea de tetillas negras y alargadas escruta al niño que camina por delante de nosotros, en la acera opuesta.
Una extraña busca la respuesta de él haciendo un rizo con su dedo seductor.
Al pasar frente al mendigo que está recostado en la pared con la palma abierta en la rodilla me pregunto si todavía es el cielo de los cielos ó los cielos del cielo.
Observar en los ojos de ella cómo se hunde la línea de flotación de su angustia.
Durante una hora, en el hotel insolado y triste, el niño pilotea al estilo Immelman en la piscina.
Recuerdo: anoche soñé que él me amaba.
Forrest Gander en Libreto para Eros (Amargord Ediciones, Madrid, 2010, trad. de Valerie Mejer).
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