Tendido sobre sus garras, el animal exhibe la geométrica orografía del lomo. Con estudiados movimientos, engendra y exhala en su contrario el primitivo instinto de supervivencia. El animal, tallado con la pitagórica precisión de los maestros luthiers, al verse cautivo, se contrae en un ser vivo lúbrico y con rítmicas figuras aplaca a su presa volviendo tras de sí en señal de asentimiento.
Principio y fin de todo, el animal gusta de los entornos húmedos, donde el limo, acaso la única prueba de su origen terreno, sea motivo y razón de su propia existencia.
(Detrás)
Toni Quero en Los adolescentes furtivos (Cap Béar editions, Perpignan, 2010).
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