De madrugada,
las calles se tornan feraces,
el vaho vivifica las raíces que brotan de las calzadas
y el violento carmín de los tacones de aguja
se protege de la lluvia
en los párpados ocres de centeno
que duermen en las fachadas.
En los portales,
late un murmullo de acero y cuerpos deseantes,
los maestros de esgrima se baten en duelo
y entre adoquines
flotan cadáveres de enamorados
que ensayan caligramas.
Es oscura la noche entonces.
Las chicas hispanas desenredan sus trenzas en las cabinas
y anotan versos de nueve cifras sin remite,
los canes enloquecen con su propio rastro
y apátridas del cielo descienden
a trocar sus penas en los billares.
A esas horas, la luz es un animal herido,
que danza, como las tribales formas se contemplan,
en el latón abandonado de las esquinas
y en los verticales rostros
que aguardan tras las ventanas
su propia resurrección.
(Madrugada)
Toni Quero en Los adolescentes furtivos (Cap Béar editions, Perpignan, 2010).
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*Artículo de Pere Gimferrer sobre el libro de Toni Quero Los adolescentes furtivos
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