Del total más allá,
Dependo de las cosas!
¡Sin mí son y ya están
Proponiendo un volumen
Que ni soñó la mano,
Feliz de resolver
Una sorpresa en acto!
¡Dependo en alegría
De un cristal de balcón,
De ese lustre que ofrece
Lo ansiado a su raptor,
Y es de veras atmósfera
Diáfana de mañana,
Un alero, tejados,
Nubes allí, distancias!
Suena a orilla de abril
El gorjeo esparcido
Por entre los follajes
Frágiles. (Hay rocío.)
Pero el día al fin logra
Rotundidad humana
De edificio y refiere
Su fuerza mi morada.
Así va concertando,
Trayendo lejanías,
Que al balcón por países
De tránsito deslizan.
Nunca separa el cielo.
Ese cielo de ahora
–Aire que yo respiro–
De planeta me colma.
¿Dónde extraviarse, dónde?
Mi centro es este punto:
Cualquiera. ¡Tan plenario
Siempre me aguarda el mundo!
Una tranquilidad
De afirmación constante
Guía a todos los seres,
Que entre tantos enlaces
Universales, presos
En la jornada eterna,
Bajo el sol quieren ser
Y a su querer se entregan
Fatalmente, dichosos
Con la tierra y el mar
De alzarse a lo infinito:
Un rayo de sol más.
Es la luz del primer
Vergel, y aun fulge aquí,
Ante mi faz, sobre esa
Flor, en ese jardín.
Y con empuje henchido
De afluencias amantes
Se ahínca en el sagrado
Presente perdurable
Toda la creación,
Que al despertarse un hombre
Lanza la soledad
A un tumulto de acordes.
Jorge Guillén en Cántico (1928), incluido en Antología de los poetas del 27 (Editorial Espasa-Calpe, Madrid, 1982, selec. de José Luis Cano).
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