Déjame que repose la tristeza
(sigo solo, no hay nadie, miro el día amarillo,
su ruina) sobre la inmensa
corola de tu cuerpo. Estoy cansado, vivo
de sombras y cenizas, déjame, apriéta-
me -te quiero- escribo
entre la oscuridad nublada y lenta
que cruza por la calle de los pinos
del alma. No hay nadie, callejas y callejas
y callejas vacías, rostros muertos, hilos
de lana fugitiva, envejecida. Y dolor. Seca
corcovada ternura de infinito
sobre las ramas cuelga,
huele a río y no hay río
huele a amor y no hay amor, guedejas
y jirones, ruidos
muriendo, huellas sombrías bajo huellas
sombrías. Es todo. Pasa un aire marchito
sobre las horas -es inútil la vida-, espéra-
me, escúchame, estoy roto, áspero estío,
nadas...
Te amo.
Mientras
vibra el dolor en tanto sueño herido
por el ceremonial de la materia,
tú abrázame, escóndeme, arrópame
callada, hijo de nada en la ribera.
Jesús Hilario Tundidor, incluido en La voz y la escritura 2006. 80 nuevas propuestas poéticas desde los viernes de la Cacharrería (Ediciones Sial, Madrid, 2006).
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Una maravilla de poema, desgarrador!
ResponderEliminarLa verdad es que sí. E inquietante pensar que en realidad nada de lo que hacemos tiene sentido.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el poema.
ResponderEliminarZena si tiene sentido. Aunque es mejor ser pastor de hormigas y dedicarse a pasturar como las vacas. JAJAJA. no sé debe de ser la hora que me provoca estos arebatos filosoficos.
Un saludo.
Bueno, en el poema está la duda.
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