Estamos enlazados en la inocencia y la malicia;
y no obstante no somos iguales, yo he vivido sin
sentido hace tanto tiempo que la pérdida ya no me hace daño,
los reflejos y las costumbres del mundo me harán flotar libre-
Tú, que Dios te ayude, tienes que desear cada respiración...
El lavatorio emite dulce y chocante perfume.
En Cuernavaca las ilusorias luces hogareñas de la noche
vigilan a todo el mundo, no sólo a las muchachas, en casa
como cajones en calles donde los autobuses devoraron las aceras.
Es la medianoche del Año Nuevo; nosotros tres bebemos cerveza
de lata en el mercado con guarnición de sal y lima -una mujer, azteca,
canta baladas de adulterios, y solloza porque
su marido la ha abandonado por tres mujeres-
para enfrentarse a la pobreza que todos los hombres han de conocer a la hora de la muerte.
Robert Lowell en México, incluido en Antología (Visor Libros, Madrid, 1982).
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justo vengo a tu blog y acabo de acompañar aquí en la realidad a una mujer azteca
ResponderEliminarAnda mira tú, qué casualidad. Si es que, cuando nos acompaña la poesía...
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