En la terraza de un café hay una familia gris. Pasan unos senos bizcos buscando una sonrisa sobre las mesas. El ruido de los automóviles destiñe las hojas de los árboles. En un quinto piso, alguien se crucifica al abrir de par en par una ventana.
Pienso en dónde guardaré los quioscos, los faroles, los transeúntes, que se me entran por la pupilas. Me siento tan lleno que tengo miedo de estallar... Necesitaría dejar algún lastre sobre la vereda...
Al llegar a una esquina, mi sombra se separa de mí, y de pronto, se arroja entre las ruedas de un tranvía.
Oliverio Girondo en Veinte poemas para ser leídos en el tranvía. Calcomanías y otros poemas (Visor Libros, Madrid, 1995).
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Oliverio, mi grandioso predilecto. Se dice, se comenta, que sus manuscritos inéditos aún no descubiertos, los cobija (y sigue combijando) en la médula. Si no fuere por unos pocos que osan escarvarlo, ya existiría un nuevo libro de Girondo.
ResponderEliminarA mí cada vez me gusta más.
ResponderEliminarUn poeta que no me canso de leer. He consegguido su obra completa en Argentina y estoy entusiasmada.
ResponderEliminarBesos
Es curioso, creo que cuando escribo ahora me parezco a él.
ResponderEliminarRecomiendo los poemas de Oliverio en sus viajes por España, él ve una España que ya se ha perdido, y de que manera!
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