de los habituales caminos
hasta que pavoroso en clamor
y dolorido en contorsión de mártir,
se derrumbó el complejo cielo verdoso,
en desaforado abatimiento de agua y de sombra.
El temporal unánime
golpeó la humillación de las casas
y aborrecible fue a las miradas el mundo,
pero cuando un arco benigno
alumbró con sus colores el cielo
y un olor a tierra mojada
alentó los jardines,
nos echamos a caminar por las calles
como por una recuperada heredad,
y en los cristales hubo generosidades de sol
y en las hojas lucientes que ilustran la arboleda
dijo su trémula inmortalidad el estío.
Jorge Luis Borges en Fervor de Buenos Aires (1923), incluido en Antología de la poesía hispanoamericana contemporánea. 1914-1970 (Alianza Editorial, Madrid, 1971, ed. de José Olivio Jiménez).
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Francisco, tengo un serio problema con Borges "el Lord Inglés", estamos peleados, aunque el no lo sabe (y ya nunca lo sabrá), muy elegante para este pobre asalariado talvez.
ResponderEliminarUn abrazo.
No sé, he preferido no saber mucho de él y dedicarme más a leerle. Lo cierto es que de joven leí sus cuentos y me gustaron mucho. Su poesía la leí no hace demasiado y alghuna me gustó, esta en concreto me resulta fascinantemente sencilla y bella.
ResponderEliminar¿Sabes con quién estoy yo peleado? Con Pablo Neruda. Todos tenemos nuestros monstruos, jajaja.
Esta poesia es maravillosa. Hay tantas palabras hermosas en ella que me quedo extasiada leyendola. Tiene esa sencillez y frescuara de los campos cuando empiezan a caer las primeras gotas de rocío.
ResponderEliminarEl dominio del lenguaje que tenía este hombre era impresionante.
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