Han pasado ya muchos días, y si recuerdo
aquella noche de verano
oscureciendo de ola en ola
es porque incluso en la oscuridad cantaban
las cigarras. Extendido
a mi lado respiraba otro cuerpo.
Un rastro de juventud
todavía me habitaba. Hay cuerpos
donde no acaba.
Un viento leve, al que llaman brisa,
pasaba entre las hojas menudas
del olivo. De repente un perro
ladró. Ambos nos estremecimos.
Y supimos entonces que, incluso el amor,
tendría un final. Quizá aquella noche.
Quizá en mil años.
Eugénio de Andrade en Los surcos de la sed (Calambur, Madrid, 2001, trad. de José Ángel Cilleruelo).
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Hace ya mil años que suspiro
ResponderEliminarhace ya mil noches que sueño
nunca termino de decir te quiero
pasaran otros mil años
y no cambiara lo que siento
porque te conoci y te amo
este amor apesumbrado
que no halla paz en su desencuentro
un desencanto quizas apuñale mi anhelo
solo sufrira y no tendra consuelo
despierto, suspiro
y otra vez...
duermo... Henning Aguilar a Yeya.
Gracias por tu poema.
ResponderEliminarQue bello poema, sencillo, todo se entiende y a la vez fuerte, todo se siente. Muy visual, se ve la imagen exacta de lo que cuenta. Si le pusiera una pintura, le pondría un cuadro de Chagall:Óleo de mujer con marido. Lo conoces?? es un reflejo del poema, anda por la web por si te pica la curiosidad.
ResponderEliminarBesos
Pos no es mi fuerte la pintura. Goya y poco más.
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