Lástima que el tipo
entonces no estuviese
leyendo aquella vida de Calvino.
Ni que fuera fijándose
en los números de
los pisos al bajar -tan lento- el ascensor.
Yo hubiese hecho calceta
con sus párpados que
no se cerraron en ningún momento.
Fermín Gámez Hernández en Umbral del fuego (Colección Melibea, Talavera de la Reina, 1995).
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