La piel de mi horizonte se estremece
al tacto tembloroso de mis dedos,
me reclama de pronto, fronteriza
entre el mundo que habito y el que anhelo,
y, de pronto, encastilla mis afanes
en esta soledad en que me envuelvo...
Estoy cansado, de llevar a cuestas
cadáveres de sueños
y de querer hallarme y conocerme,
disipando las nubes de mi cielo...
He querido romper, con mi palabra,
los obstinados muros que el silencio
opone a mis preguntas, repetidas
sobre el vibrante grito de los vientos...
Me equivoqué, buscando
amaneceres nuevos,
y jardines sin voces de serpiente,
que me ofrezcan la fruta del destierro,
grabando la invención de sus mentiras
con cinceles ardidos en deseo...
Toda la marejada de mi sangre
estrella las espumas del recuerdo
en el acantilado, altivo y hosco,
del duro y hosco pedernal del tiempo...
La piel de mi horizonte...
Mi horizonte, tan cercano, y... ¡Tan lejos!
Ángel Joaquín García Bravo en La piel de mi horizonte, (Publicaciones de la Caja de Ahorros de Alicante y Murcia, 1982).
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