Yo también tuve un tiempo
en que las estadísticas me parecían lejanas.
La ley de los grandes números era para los otros,
no para mi.
Yo no estaba incluido en el tanto por ciento:
el cálculo de probabilidades era solo un juego intelectual
y la esperanza matemática
algo muy diferente de la esperanza,
de esa que yo sentía viva en el corazón
casi como identificada
con la certeza de ser
y de seguir siendo,
fijo, inmutables
como un dios recién nacido
que ve pasar las cosas
y a quien las cosas no pueden afectar.
Pero hoy ya sé
que soy igual a tantos muchos otros
a quienes arrastran los acontecimientos
del mismo modo que
-para usar el viejo símil-
las hojas son llevadas por el vendaval.
Yo soy uno de aquellos
cuyo hijo es atropellado por un auto,
o fuma marihuana,
o vaga por los campos procurando una flor.
A mi también me ocurren cosas.
La pinza de los números me aferra.
Tengo un equis por ciento de vivir equis años
y la sombría probabilidad
de morir hoy.
Morir, id est,
aniquilarme, desaparecer
dentro de un cero oscuro, enorme,
mayor que todo el universo conocido.
Manuel Graña Etcheverry en Poemas para físicos nucleares (Ediciones del Copista, 2003).
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