El mismo camino.
Las mismas casas, apretadas
por un profundo esfuerzo.
El mismo silencio.
Decíamos: mañana morirá,
y despertarán,
desde todas las casas,
las voces de los niños
rodando, con el día, sobre el camino.
Burlándose de nuestro ayer,
de nuestras gruñonas hembras,
de nuestros ojos inmóviles y mates.
No sabrán
lo que son los recuerdos.
No podrán comprender el viejo barrio.
Y se reirán, pues ellos no preguntan
por qué ríen.
Decíamos:
mañana alcanzaremos
lo que ahora decimos.
Nos juntará el tiempo:
ahora hay un amigo;
antes había un hombre avergonzado.
Nuestro hondo deseo de ayer
no sabía quizá lo que quería decir,
pero hoy el tiempo nos reúne:
a ese amigo sin otro,
ese deseo insolente.
Sobre el camino
—el mismo camino—
las mismas casas, apretadas
por el profundo esfuerzo.
El mismo silencio.
y allá, tras las ventanas cerradas,
habrá ojos penetrantes
y fijos, esperando a los pequeños.
Temerosos
de que el día se pierda.
Lo mismo que el camino.
Buland al-Haidari, incluido en Poetas árabes realistas (Ediciones Rialp, Madrid, 1970, ed. y trad. de Pedro Martínez Montávez).
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