Allá, más abajo de la ciudad,
descansa el gigantesco Ekuku y sus mansos atardeceres...
Más allá de esas cómodas plazas y cortes
murmura el jugueteo de las aguas del misterioso Ekuku
en su eterna soledad.
Detrás de esas calles y avenidas,
se esconde, entre estos arbustos de inmenso ramaje,
el gran Ekuku, con su ambiciosa extensión.
¡Oh Ekuku, paraíso de silenciosos atardeceres!
¡Oh Ekuku, que serpenteas los lejanos bosques y valles!
¡Oh Ekuku, que riegas los vastos paisajes ecuatobatenses!
Ekuku de mi eterna felicidad.
¡Cuán hermosas son tus calladas tardes,
que obscurecen tu plateada faz!
¡Cuán simpáticos tus ventilados cocoteros,
cuyas sombras huyen de las anchas playas!
¡Cuán generosa la constante abundancia de tus claras aguas,
que al rico Océano das sin reservas!
¡Cuán lindos tus azulados panoramas bajo el cielo,
describiendo el ornato de tu inmensa calma!
Henchido se ha vuelto mi romántico corazón,
maravillada, mi africana imaginación.
Tú consuelas mi agitado espíritu,
al verte operar en tu silencioso y manso atardecer.
Con tu inofensivo y colorido firmamento,
del que pende en silencio el apagado y amarillento disco solar
desvelas la enorme calma de tus floridos paisajes.
El artístico y monumental puente que adopta tu nombre
y favorece la acogida de los sonrientes visitantes
constituye una suprema y singular belleza.
Con el aleteo suave de tus ventilados prados,
que abrazan todas las brisas y los vientos,
ofreces una exótica danza a cualquier apasionado.
Con el gorjeo vespertino de los ruiseñores y las gaviotas,
que desde lo alto alaban tu nata hermosura,
armonizas el encanto de tu presencia.
Con el brutal movimiento del azulado Atlántico,
que olea en largos surcos, amenazando la finura de tu dulce caminar,
practicas la virtud de tu eterna serenidad.
Con el susurro de tu disimulada desembocadura,
que confirma la gran tranquilidad que reina en ti,
adviertes el caminar de tus pesadas aguas.
¡Oh Ekuku, Ekuku de mi amor,
quédate en mi espíritu y en mi corazón,
que en mí, estampada esté tu imagen!
¡Oh Ekuku de mi ser,
quédate en mis dulces recuerdos y en el cuchicheo de mis labios,
cuando estas aguas cristalinas veo!
¡Oh Ekuku, Ekuku de mi alma,
quédate en mi inspiración y en la dulce expresión de mi alma
que en mí late el amor de tu silencio y la soledad de tu feliz atardecer!
José Ekomo Mitoha, incluido en Quince poetas de Guinea Ecuatorial (Academia de escritores boyacenses, Colombia, 2018, ed. de Gilberto Abril Rojas).
Preciosas letras, poeta. Buen día y buen resto de semana.
ResponderEliminarMe alegro mucho de que te haya gustado el poema, un abrazo 🤗
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