donde hemos dormitado, soñado, observado el resplandor
o amontonado las cenizas, tan quietos que
apenas intuíamos el sol o la lluvia,
allí arriba, brillando mucho más alto
que este fuego nuestro, silencioso y casi apagado.
La pasada noche escuchamos una llamada,
y unos golpecitos en el cristal de la ventana,
y una voz aguda en el aire,
y sentí un aliento que nos revolvía los cabellos,
y una llama en nuestro interior: algo veloz y sutil,
que nos estremeció por dentro y por fuera: eso fue todo.
¿Era un ángel brillante, un ángel oscuro? Quién puede saberlo
si no dejó ninguna marca en la nieve,
pero la cadena se rompió de repente,
y la puerta se abrió de par en par,
y supimos que no volvería a cerrarse,
y que no podíamos seguir aquí sentados.
Debemos levantarnos e irnos:
el mundo está frío y vacío,
y oscuro y envuelto
de misterio, de enemistades y dudas;
pero debemos acudir
aunque todavía no sepamos
quién nos llama, ni qué marcas dejaremos en la nieve.
Charlotte Mew, incluido en Antología de poetas inglesas del siglo XIX (Alba Editorial, Barcelona, 2021, trad. de Xandru Fernández y Gonzalo Torné).
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