Como llegabas en capullo,
— inacabada seda viva!
— tus antenas — hilos sueltos
de trama de que eres tejida,
a tus ojos, dos granos de la noche,
de donde tu misterio surgía,
aquí caíste sobre el mundo
inane en la mañana tan clara,
sin madre, sin guía, sin consejo,
y rodabas por una escala
como papel, plumaje, polvo,
con más sueño y silencio que alas,
mi mano tosca te tomó
con una dura, inocente culpa,
y es ceniza de luna tu cuerpo,
mis dedos, tu sepultura.
Ya deshecha y todavía palpitante,
expiras sin noción ninguna.
Oh, bordado del velo del día,
transparente anémona aérea!
no lleves mi cara contigo:
lleva el llanto que te celebra;
en el ojo precario en que te acabas,
mi remordimiento arrodillado lleva!
Lloró tu forma violada,
milagrosa, alba, divina,
criatura de polen, de brisa,
diáfano pétalo de vida!
Lloro por haber pesado en tu cuerpo
que en el estambre no pesaría.
Lloro esta humana insuficiencia:
— la confusión de nuestros ojos,
— el salvaje peso del gesto,
la ceguera —Ignorancia —remotos
instintos súbitos— violencias
que el sueño y la gracia postran muertos.
Pudiese a etéreos paraísos
ascender tu leve fantasma,
y mi corazón penitente
ser la rosa abierta
para servirte miel y aroma,
por toda la eternidad esclava!
Y las lágrimas que por ti lloro
fuesen el rocío de aquellos campos,
— los espejos que reflejaran
— vuelo y silencio— tus encantos,
con la ternura humilde y el remordimiento
de mis desaciertos humanos.
Cecília Meireles, incluido en Faunética. Antología poética zoológica panamericana y europea (Instituto Caro y Cuervo, Santa Fe de Bogotá, 1999, selec. de Víctor Manuel Patiño, trad. de Mauro Armiño).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tomo la palabra: