Negros de todos los colores,
y de todas las latitudes,
hombres de profundidades y de pañoles
pegajosos de fatiga y titubeantes de inquietudes.
Negros rodando sin recursos por el tiempo,
hundidos, sumergidos, aplastados, descuartizados,
listos para correr tras el pan llamado cotidiano
y temblar sin tregua en la borrasca
de amos y cortesanos;
hombres de ninguna confraternidad
que no sabiendo alabar, ni rogar, ni arrastrarse
llevamos el peso de las complacencias;
clientes de bailes populares en los fétidos mercados
de coches fúnebres de sexta clase
de misas de réquiem sin pompa.
Negros de todos los colores,
de todas las orillas, de todas las fronteras
vendidos al peso de horas de trabajo,
tizones en la noche,
al salir el sol nos encuentra en camino.
Los mercaderes reedificaron el templo.
El pan y el vino distribuidos en la montaña
a los hermanos, son puestos de nuevo bajo cerrojo.
Y la escudilla en nuestras manos, bosteza de hambre, de sed
nuestras costillas le sirven de arpa al viento
al salir el sol nos encuentra en camino.
Las largas etapas no nos atemorizan
sabemos domar el hambre y el frío.
Negros de todas las latitudes,
rodando sin recursos por el tiempo,
que de nuestras manos unidas
brote la llama
que alumbre la nueva trayectoria del hombre.
Bernard Binlin Dadié, incluido en Diwan africano. Poetas de expresión francesa (Editorial Arte y literatura, La Habana, 1988, selec. y trad. de Rogelio Martínez Furé).
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