El corro se aprieta friolento,
rodeado por las bujías y las madres
que están gritando ya, como si la noche
gritara. No, todavía un rato más,
vamos a hablar de tiburones.
«Primera estación, el garaje. Cuidado
no te quemen los ojos; si pisas la raya de petróleo
el mundo va a cambiar, tus padres huyen
por los traspatios y los horizontes.
Los sacos de cemento fortalecen tu confianza».
Como si la noche y las bujías
gritaran. No, todavía un rato más,
vamos a hablar de indios y de tiburones,
el negro sabe el cuento de la rapidez,
el mulato el del vientre rasgado en la rapidez,
nos hundimos como un solo tiburón
sedoso y voraz en el asombro.
«Si miras a la izquierda ya no puedes volver.
Si tocas la pared rugosa vuelves al sillón oscuro.
Si vuelves al sillón oscuro recuerdas al gallo blanco.
La aceitosa lona fortalece tu confianza».
El corro se aprieta friolento
y la lámpara de la sala brilla inaccesible:
aquélla es mi vida, no podré llegar nunca.
No, todavía un rato más,
vamos a jugar «al que pasa». Corre a ponerte
un abrigo viejo y sombrero viejo.
No es él, no va por allí, es uno que pasa,
ese uno es él, es otro, la felicidad
abre sus ojos fríos en mis venas.
«Segunda estación, el limpiabotas. Llegas curado,
herido de todas las guerras, quizás ni te conozcan.
La lejanía es el sabor
que está subiendo de tus pasos, procura alcanzar
la altivez y la ternura.
Bah, no te han visto. Puedo ser o no ser yo,
nadie me ha visto. Sí, uno me miró como a un árbol».
Uno me miró como al abuelo que vuelve del parque.
Mañana será igual y el corro se aprieta estremecido
y yo vuelvo silenciosamente a su imposible.
Mamá esta gritando como la noche.
Cintio Vitier, incluido en Las ínsulas extrañas. Antología de poesía en lengua española (1950-2000) (Galaxia Gutenberg Círculo de lectores, Barcelona, 2002, selec. de Eduardo Milán, Andrés Sánchez Robayna, Blanca Varela y José Ángel Valente).
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