Cerca de mi propia piel, sus perlas. Mi señora
me manda llevarlas, y así las caliento, hasta la noche
cuando cepillo su pelo. A las seis, las coloco
alrededor de su fría, blanca garganta. Todo el día pienso en ella,
descansando en la Habitación amarilla, contemplando seda
o tafetán, ¿qué traje para esta noche? Ella se abanica
mientras yo trabajo complacientemente, mi lento calor entrando
en cada perla. Aflojada en mi cuello, su soga.
Es hermosa. Sueño con ella
en mi cama de arriba; imagino que baila
con hombres altos, asombrada por mi vago, persistente olor
respiro su perfume francés, sus piedras lechosas.
Desempolvo sus hombros con una pata de conejo,
miro el suave rubor filtrarse a través de su piel
como una señal indolente. En su espejo
mis labios rojos se separan como si quisiera hablar.
Luna llena. Su coche la trae a casa. Puedo ver
cada movimiento suyo en mi cabeza... Desvistiéndose,
quitándose las joyas, la delgada mano alcanzando
el estuche, durmiendo desnuda en la cama, como
siempre hace... Y yo me tumbo aquí despierta,
sabiendo que las perlas ya se están enfriando
en la habitación donde mi señora duerme. Toda la noche
siento su ausencia y me quemo.
Carol Ann Duffy en Standing Female Nude (1985), incluido en Amores iguales. Antología de la poesía gay y lésbica. Panorama general (La Esfera de los libros, Madrid, 2002, selec. de Luis Antonio de Villena, trad. de Luis Muñoz).
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