Quis hic locus, quae regio, quae mundi plaga
Qué mares, qué riberas, qué rocas grises y qué islas,
Qué susurrantes aguas en la proa
Y fragancia de pino y el zorzal gorjeando a través de la niebla.
Qué imágenes retornan,
Oh hija mía.
Los que aguzan el colmillo del perro con voluntad de Muerte,
Los que resplandecen en la gloria del colibrí con voluntad de Muerte,
Los que se sientan en el prostíbulo de la complacencia con voluntad de Muerte,
Los que sufren el deliquio de los animales con voluntad de Muerte,
Se han tornado inmateriales y el viento ha disipado su sustancia,
El vaho del pinar y el silvestre gorjeo de la niebla.
La gracia los ha disuelto y cambiado de sitio.
Qué faz, qué faz es ésta menos clara y más clara,
Este pulso en las venas menos fuerte y fortísimo.
¿Es propio o es ajeno y en prenda sólo dado?
Más remoto que las estrellas y más cercano que los ojos.
Cuchicheos y risillas como de hojas o pies apresurados
Bajo el sueño,
Donde todas las aguas se juntan,
El bauprés roto por el hielo y la pintura resquebrajada por el calor.
Esto hice y lo he olvidado,
Y lo recuerdo.
El aparejo débil y podrido el velamen
Entre un Junio y otro Septiembre.
Hice este enigma, medio consciente, desconocido, como yo mismo.
La hilada de la aparadura hace agua, las costuras necesitan calafateo.
Esta forma, este rostro, esta vida
Viven para vivir en un orbe de tiempo más allá derramado.
Deja que renuncie a mi vida por esta vida, a mi palabra por la que es inefable,
La desvelada en los labios abiertos, la esperanza, los nuevos navíos.
Qué mares, qué riberas, qué islotes de granito contra mis viejas cuadernas
Y el zorzal que a través de la niebla me llama
¡Hija mía!
T. S. Eliot, incluido en Antología de poetas ingleses modernos (Editorial Gredos, Madrid, 1963, trad. de Leopoldo Panero).
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