refulgía en el mármol, donde el espejo,
sostenido por columnas labradas por frugíferas vides,
tras cuyas hojas un áureo Cupido asomaba la mirada
(otro ocultaba sus ojos bajo el ala),
duplicaba las siete llamas del candelabro, reflejando
luz sobre la mesa al tiempo que sus joyas,
desde los estuches de raso, derramaban
mil destellos que volaban a su encuentro.
Entre pomos de marfil y vidrio de colores,
abiertos, acechaban sus extraños perfumes
sintéticos: líquido, polvo y ungüentos –turbaban, confundían
y ahogaban los sentidos en aromas; movidos por el aire
fresco del ventanal, ascendían éstos
inflamando las alargadas llamas,
arrojando el humo en la laquearia,
reavivando el dibujo sobre el artesonado.
Enormes maderos del mar incrustados de cobre
ardían verde y naranja, enmarcados por la piedra coloreada,
en cuya tenue luz nadaba un delfín tallado.
Sobre la antigua repisa de la chimenea se mostraba,
cual ventana abierta a la silvana escena,
la metamorfosis de Filomela, tan brutalmente
forzada por el bárbaro rey; pero, allí el ruiseñor
colmaba el desierto con voz inviolable,
y aún gemía –y el mundo persigue aún-
“yag yag” a oídos procaces.
Y otros muñones de tiempo ya marchitos
se narraban en la pared; formas de mirada obsesiva
que asomaban, se inclinaban, acallando la cerrada estancia.
Resuenan lentas pisadas por la escalera.
Al resplandor del fuego, bajo el cepillo, se derramaba
su pelo en puntos ardientes, resplandecía
en palabras, para luego aquietarse salvajemente.
“Esta noche ando mal de los nervios. Sí, mal, Quédate conmigo.
Háblame, Por qué nunca me hablas. Habla.
¿En qué estás pensando? ¿Qué piensas? ¿Qué?
Nunca sé qué piensas. Piensa”.
Pienso que estamos en el callejón de las ratas
donde los muertos perdieron los huesos.
“¿Qué es ese ruido?”
El viento bajo la puerta.
“¿Y ahora qué ruido es ése? ¿Qué hace el viento?”
Nada, otra vez nada.
“¿No
sabes nada ¿No ves nada? ¿No recuerdas
nada?”
Recuerdo que
esas perlas eran antes sus ojos
“¿Estás vivo o no? ¿Es que no hay nada en tu cabeza?”
Pero
Oh Oh Oh Oh Ese rag shakesperiano-
Es tan elegante
tan inteligente
“¿Qué voy a hacer ahora? ¿Qué voy a hacer?
Saldré corriendo tal como estoy, y andaré
por la calle, así, con el pelo suelto. ¿Qué vamos a hacer mañana?
¿Haremos algo alguna vez?”
El agua caliente a las diez.
Y en caso de lluvia, un coche cerrado a las cuatro.
Y jugaremos una partida de ajedrez,
apretando los ojos sin párpados, a la espera de un golpe en la puerta.
Cuando al marido de Lil lo desmovilizaron, yo dije
-sin pelos en la lengua, vaya que se lo dije-
DEPRISA POR FAVOR, ES LA HORA
Ahora que Albert vuelve a casa, arréglate un poquito.
Querrá ver qué hiciste con el dinero que te dio
para ponerte los dientes. Te lo dio, yo misma lo vi.
Que te los saquen todos, Lil, y ponte una bonita dentadura,
dijo, te lo juro, no aguanto verte así.
Ni yo tampoco lo aguanto, dije, piensa en el pobre Albert,
después de cuatro años en el ejército querrá pasar un buen rato,
y si tú no se lo das, habrá otras que lo hagan, dije.
¡Vaya! Conque esas tenemos. Algo de eso hay, dije.
Pues ahora sabré a quién agradecérselo, dijo, y me miró impávida.
DEPRISA POR FAVOR, ES LA HORA
Pues si te molesta lo que digo, te aguantas, dije.
Otras eligen a su gusto, aunque no sea tu caso.
Y si Albert se larga por ahí, no será porque no te lo avisaron.
Debería darte vergüenza, dije, parecer tan antigualla.
(Y sólo tenía treinta y un años).
No lo puedo remediar, me dijo, y puso cara larga,
son las dichosas pastillas que tomé para abortar.
(Ha tenido cinco ya, y a poco se muere cuando George, el pequeño).
El de la botica me dijo que no tendría problemas, pero no he vuelto a ser la misma.
Es que eres tonta de remate, dije.
Bueno, si Albert no te deja en paz, ahí está, dije,
¿y para qué casarse si no quieres niños?
DEPRISA POR FAVOR, ES LA HORA
El caso es que aquel domingo Albert estaba ya en casa y tenían jamón caliente,
y me invitaron a cenar para que viera lo rico que estaba caliente.
DEPRISA POR FAVOR, ES LA HORA
DEPRISA POR FAVOR, ES LA HORA
Buenasnoches, Bill. Buenasnoches, Lou. Buenasnoches, May. Buenasnoches.
Adiós, Adiós. Buenasnoches. Buenasnoches.
Buenanoches, señoras, buenasnoches, amables señoras, buenasnoches, buenasnoches.
T. S. Eliot en La tierra baldía (Ediciones Cátedra, Madrid, 2005, ed. de Victoria Patea).
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Qué gran poema
ResponderEliminarA mí me dejó maravillado. Lo leí no hace mucho.
ResponderEliminarimpresionante!!!
ResponderEliminary muy muy actual:-)
muakismuakis para vos
La verdad que actual es si. Besos
EliminarBella Poesía , gracias
ResponderEliminarMuy bella si, un saludo.
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