He aquí el asilo de la eterna calma,
do solo el sauce desmayado crece...
¡Dejadme aquí; que fatigada el alma,
en aura de las tumbas apetece!
Los que aspiráis las flores de la vida,
llenas de aroma de placer y gloria,
no piséis el lugar do convertida
veréis su pompa en miserable escoria.
Mas venid todos los que el ceño airado
del destino mirasteis en la cuna;
los que sentís el corazón llagado
y no esperáis consolación alguna.
¡Venid también, espíritus ardientes,
que en ese mundo os agitáis sin tino,
y cuya inmensa sed sus turbias fuentes
calmar no pueden con raudal mezquino!
Los que el cansancio conocisteis, antes
que paz os diesen y quietud los años...
¡Venid con vuestros sueños devorantes!
¡Venid con vuestros tristes desengaños!
No aquí las horas, rápidas o lentas,
cuenta el placer ni mide la esperanza:
¡quiébranse aquí las olas turbulentas
que el huracán de las pasiones lanza!
Aquí, si os turban sombras de la duda,
la severa verdad inmóvil vela:
aquí reina la paz eterna y muda,
si paz el alma fatigada anhela.
Los que aquí duermen en profundo sueño,
insomnes cual nosotros se agitaron...
Ya de muerte en el letal beleño
sus abrasadas sienes refrescaron.
Amemos, pues, nuestra mansión futura,
única que tenemos duradera...
¡que ilusión de la vida es la ventura,
mas la paz de la muerte es verdadera!
Gertrudis Gómez de Avellaneda, incluido en Antología de poetas españolas. De la generación del 27 al siglo XV (Alba Editorial, Barcelona, 2018).
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